El Rey del Sábado Noche
Sefina Saltalamata es
conocida en todos los antros y lugares de fiesta a lo ancho del mundo
descubierto, empezando por su hogar, el pueblo mediano de Cañafresca,
lo que ya deja el listón bastante alto. Su leyenda se ha ido
expandiendo poco a poco, llegando a un punto en el que no se sabe
donde acaba la verdad y empieza la ficción. Quizás, la anécdota
que más discusiones causa es la relativa a su encuentro con el Rey
del Sábado Noche y como logró salir del Bailatorio.
En realidad, la leyenda
del Rey del Sábado Noche es tan antigua que nadie recuerda su
origen, como suele pasar con las buenas leyendas. De vez en cuando
aparece alguien asegurando haber entrado en el Bailatorio pero la
desorientación y el olor a alcohol que suelen desprender quienes lo
hacen desacredita automáticamente la autenticidad del relato. La
leyenda cuenta como una de las almas en pena condenadas a vagar en
comitiva por bosques y montes, aburrida de esta anodina existencia (o
no-existencia), logró romper sus cadenas con el poder del baile.
Algunas de sus compañeras la siguieron y juntas viven en una fiesta
continua. Esta alma pionera se convirtió en el Rey del Sábado
Noche, dueño del Bailatorio, una discoteca que se aparece a los
viajeros tomando la apariencia de una posada corriente. Aquellos
incautos que entren y cierren la puerta tras de sí, verán la
verdadera apariencia del local, lleno a rebosar de esqueletos
embriagados por el poder de la música. Se dice que la única manera
de salir de este lugar es vencer al Rey del Sábado Noche y que
llegar a él es realmente difícil.
Sin embargo, un día
llegó Sefina a una taberna asegurando haber derrotado al Rey del
Sábado Noche y portando un detallado plano del Bailatorio. Por
supuesto, esta noticia no suele llegar de primera mano y casi siempre
es un primo de un amigo el que estaba allí y vio el plano con sus
propios ojos. Lo que es cierto es que la clientela de las posadas
situadas en lugares aislados ha bajado considerablemente y que muchos
viajeros prefieren arriesgarse a que se los coma un lobo o que un
ogro les hunda la cabeza con su porra que entrar en una posada de
noche y que resulte ser el Bailatorio.
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